Cientos de miles de
miembros del Partido Comunista Soviético, socialistas, anarquistas y opositores
fueron perseguidos o vigilados por la policía en el periodo de La Gran Purga (serie
de campañas de represión y persecución políticas llevadas a cabo en la Unión
Soviética en el final de la década de 1930 para eliminar toda posible fuente de oposición a la
transición del socialismo al comunismo). Se llevaron a cabo juicios públicos y se les enviaron a estos campos de
concentración y otros cientos de miles
fueron ejecutados.
En el segundo
juicio en Moscú fueron juzgados diecisiete miembros del Partido. Trece fueron sentenciados a muerte y fueron
fusilados, mientras que el resto fueron enviados a los Gulags, donde no
sobrevivieron mucho tiempo.
Las detenciones
fueron en aumento y de forma cada vez más arbitraria, y cientos de miles de
ciudadanos fueron detenidos, juzgados y enviados a los gulags. En muchos casos,
incluso ejecutados. La mayoría de los “Enemigos del Estado” que fueron
detenidos eran militantes del Partido Comunista y altos mandos de las Fuerzas
Armadas.
Socialistas,
anarquistas, kulaks (agricultores con tierras propias) y, como ya he dicho,
miembros del KOMINTERN (la Internacional Comunista) y de las Fuerzas Armadas,
refugiados extranjeros o hasta veteranos de la Guerra Civil Española, eran
enviados a los Gulags. De hecho, cualquiera que perteneciera a una minoría era
enviado allí.
Los delitos
castigados con loa Gulags iban desde el levantamiento armado, el zarismo o el
espionaje, hasta el contacto con extranjeros, la propaganda y la ayuda a la
burguesía internacional.
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